Mutando;
convirtiéndome en otro
para seguir siendo.
¿Cuanto de mi quedará en el trayecto,
cuanto de los cielos y las estrellas y
los alfajores que he comido,
se mantendrá ajeno al proceso
de destrucción y nacimiento?
Como duele eso:
nacer de nuevo;
lo que hacen los sobrevivientes,
los naufragos del si mismo,
a ritmo periódico.
No el inocente e inconciente
primer vistazo al mundo,
Ese no duele
o no se siente
a la manera en que
nos enseñan a sentir el dolor.
Terrible signo que encanta suicidas: el mundo aparece
con un llanto que
después olvidamos.
Nacer de nuevo
dentro de un cuerpo ya nacido,
de eso hablo.
Hacerlo,
sin mirar con desprecio
ni echar culpas al entorno.
Recojo el guante:
el trono es mio
y yo el rey
o el mendigo,
y rey por lo hecho
por mi mano
o mendigo,
por lo omitido.
Enfrentando la certeza y el axioma:
“el horizonte es
incertidumbre”,
y escogiendo la senda del desierto
y el caos,
como un desafio.
Simil la polilla
(¿a que aventurar mariposas?
¿para que soñar tan alto en la hora del comienzo?)
siendo, tabula rarus,
a pesar suyo,
dentro de la cueva.
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