El mediocapista llegó con ganas de conversar el domingo después del partido. Puso la pava y se acercó a la mesa. Contó dos cosas: que fue titular y que jugó todo un tiempo; hasta que el filósofo le pidió silencio porque estaba leyendo a Rosenzweig. Cebó un mate para sí mismo y se quedó callado. Afuera el músico tocaba la guitarra.
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